viernes, 25 de julio de 2008

SEGOVIA 4-7-08



Cuando vamos a tocar a sitios tan bonitos nos encantaría poder dedicar tres días al bolo (cosa bastante complicada e imposible), porque lo único malo de nuestro viaje a Segovia fue que tuvimos muy poco tiempo para perdernos por sus preciosas calles y sus cuidados y coquetos rincones, y sentir de cerca la archiconocida e incuestionable belleza de esta ciudad. Teníamos muchas ganas de ir por fín allí, primero, claro, por participar en su ya arraigado festival (además este año era una edición muy especial, las "bodas de plata") y después, o primero también, por disfrutar de lo dicho (y para qué nos vamos a engañar, también para tomar contacto con su no menos alabada gastronomía, que la buena comida nos puede, y pensar en ese delicioso cochinillo, o lechazo....)




Hacia las diez de la mañana, con la Vito cargada, salimos de La Puebla. El viaje, agradable, ni más ni menos de lo que, afortunadamente, suele ser habitual. Sólo que esta vez tuvimos un invitado especial. Pasamos del tradicional mapa de carreteras (en varias ocasiones inexistente por olvidado, con el consiguiente lío en algún momento de duda) a hacer uso de las nuevas tecnologías, porque está bien eso de irse adaptando a los tiempos que corren. Así, estuvimos amenizados, en los momentos clave, por la sensual voz del Tomtom de Carlos, que insistía continuamente en que el conductor de turno se mantuviera justo en el carril contrario al que circulaba en ese momento, con las consiguientes risas del aforo. Y es que parecía que el aparatito lo que tenía eran ganas de incordiar... Pero gracias a la efectividad del susodicho Tomtom, y por supuesto, del conductor, que le siguió la corriente en todo momento, entrábamos en Segovia a las 2 de la tarde, justo a tiempo para dejar a Pili y Miguel Angel en la puerta de RNE, ya que habíamos quedado con José Miguel López para estar en el Discópolis de ese día. Ellos a la radio, y los demás a localizar el restaurante de rigor, en el que después disfrutamos de nuestro añorado cochinillo o lechazo, según gustos.



Y tras la esperada y un poco apresurada comida, fuimos directamente a La Alhóndiga, un precioso edificio cuya fachada está decorada con el típico esgrafiado de Segovia, y en el que estaba programado nuestro concierto a las siete de la tarde. El sitio, francamente bonito. Y el concierto, francamente agradable, sobre todo la acogida de la gente, que hizo que estuviéramos un buen rato después de terminar charlando con todo el que se acercó (y fueron muchos) tanto a contarnos que habían pasado un rato estupendo, como a preguntarnos todo tipo de cosas que les apetecía saber acerca de nosotros. Nunca, nunca, dejéis de hablar con los músicos después de un concierto por pensar que molestáis, sé que a veces corta un poco (y lo digo por propia experiencia), pero son los mejores y más gratificantes ratos...

Aquí y aquí podéis leer alguna referencia de la prensa en torno al festival y a nuestro concierto.

Sólo tenemos una foto del concierto que salió en la prensa del día siguiente




Y a falta de más imágenes del concierto, allá van algunos momentos de la prueba de sonido.


































Después de relajarnos un poco tomando una Mahou en la Plaza Mayor con la impresionante Catedral de fondo, nos acercamos hasta Los Zuloagas, un increíble escenario, para disfrutar, desde el fondo, todos sentados en fila y entre risa y risa por cosas que aún no se me permiten contar (aunque no lo creáis estoy sometida a una férrea censura a la hora de decidir lo que puedo decir y lo que no, pero ya llegará el momento...), del concierto de Margarida Guerreiro. Un buen final para un buen día.

Y al día siguiente, temprano, a la Plaza Mayor a desayunar y después rumbo a casita...



Pero antes de llegar a casa, parada en Saúca, un pueblo de la provincia de Guadalajara, cerquita de Sigüenza, en el que está, justo enfrente de una preciosa iglesia del siglo XII que merece la pena visitar, Casa Goyo, un sitio francamente recomendable, de comida casera, que cuenta con una carta breve pero sustanciosa, y en el que ya hemos comido alguna vez que otra. Os aseguro, sin miedo a equivocarme, que si tenéis la ocasión de parar por ahí alguna vez, comeréis los torreznos más estupendos que hayáis probado nunca....
























1 comentario:

Anónimo dijo...

rubia
no vamos a tener que esperar a la expo para tomarnos una cañeja
o que?