Quien haya estado alguna vez en una "pecera" de un estudio de grabación, sabe perfectamente que esos ratos se convierten a veces en una especie de martirio poco agradable y estresante. Si todo va bien, perfecto, pero como se cruce algo, buff...., sabes que puedes tocar infinitamente mejor, pero cuanto más lo repites, peor tocas, y vas entrando en una especie de espiral a la que pondrías fin tirando el instrumento contra la ventana, detrás de la cual ves caras que te miran y que hablan cosas que no oyes, pero que rápidamente das por hecho que giran en torno a tu torpeza y a cómo van a arreglar lo inarreglable, lo cuál por supuesto es mentira, pero tú lo piensas...
Y estuvimos tan encantados, que quisimos que nuestra "Cremonea" pasara a ser, desde entonces, el "Días de Luna Nueva"...