sábado, 28 de marzo de 2009

O´CAROLAN EN UZESTE. MAYO-2005

Después de tantos años haciendo bolos por ahí, todavía para nosotros es algo especial subir a una furgoneta para ir de concierto (hay costumbres que no deberían de perderse nunca). Y si el bolo es lejos, lo que supone pasar un par de días fuera, entonces, si hay buen humor general, y normalmente lo hay, es una auténtica fiesta...


Uno de estos viajes tan divertidos, y sin duda el que más concentración de carcajadas por minuto ha tenido de todos, fue el que hicimos para tocar en Uzeste, un pueblo más o menos cercano a Burdeos, en Mayo de 2005.




El viaje empezó en La Puebla, el 21 de Mayo, sábado, hacia mediodía. Muy divertido, con muchas risas, y disfrutando mucho, sobre todo cuando entramos en Francia, a pesar de acompañarnos todo el rato una fina lluvia que no nos importó lo más mínimo. Y más cuando dejamos la aburrida autovía para adentrarnos en carreteras secundarias, que discurrían por unos parajes absolutamente preciosos, haciendo que todos en la furgoneta fuésemos soltando un "ohhhhh" detrás de otro, porque como dijo Miguel Angel un día en un concierto, somos "simples", y disfrutamos enseguida con cualquier cosa. Y en cuanto salimos de casa, nos ponen un bosque aquí, un precioso pueblo ahí, un castillo allá, y unos caballos o unas vacas de vez en cuando, y somos felices y de lo más agradecido...








Pues así fue todo el viaje, todos encantados, hasta que llegamos a Uzeste un poco antes de las 8 de la tarde, justo a la hora en que todo el mundo estaba cenando en una gran carpa con mesas de madera preparada para la ocasión. Y nosotros hicimos lo mismo, ya que a una hora más acostumbrada para quienes vivimos a este lado de los Pirineos, allí no iba a haber posibilidad de comer nada. Tras la cena, un chico muy amable de la organización del mercado medieval (todavía no lo he dicho, pero participábamos en la programación de una feria medieval) nos acompañó al alojamiento que nos habían preparado: Un bonito bungalow situado un un camping a unos pocos km del pueblo, y que nos sorprendió al día siguiente cuando nos despertamos, ya que a la luz del día era un sitio absolutamente ideal, precioso, tanto que nos hubiéramos quedado gustosos más tiempo por ahí...
























Y como no cabíamos todos en el bungalow, habían puesto también a nuestra disposición una bonita casa, toda para nosotros. Lo dicho, una pena no habernos podido quedar algún día más.


Ya por la noche, una de las cosas memorables del viaje, la actuación de Ténarèze. Si no los conocéis, os recomiendo que escuchéis algo suyo. Grabé unos trocitos del concierto. Aquí os dejo alguno.


En realidad grabé estos trocitos para que pudiera verlos Miguel Angel. Tampoco lo he dicho, pero él no vino con los demás, ya que tocaba con Berna aquella noche, y salió de Zaragoza después del concierto, él y Toño, nuestro mánager entonces, para llegar a Uzeste hacia las 6 de la mañana, con tiempo más que suficiente, puesto que tocábamos en una iglesia a las 3 de la tarde del domingo. Fuimos hablando con ellos mientras viajaban, y cada vez el nivel de las risas era mayor. Y sé que "alguien" se moría de envidia al ver (mejor dicho al oir) cómo nos lo estábamos pasando de bien... La verdad es que después hemos contado tantas veces aquel día y aquella noche, que estoy segura de que Miguel Angel a estas alturas piensa que también lo vivió.



Después de disfrutar del concierto de Ténarèze, nos fuimos al siguiente, aunque más que un concierto aquéllo era un baile en toda regla. Y no uno en el que cada uno bailaba a su aire, sino que iban bailando todas las piezas muy organizados, en bailes de grupo, de esos complicados en los que tan pronto estaban en corro, como en parejas que se iban cambiando, se entrelazaban... en fin, complicado. Julián, en su afán de integrarse con la gente del lugar, y haciendo alarde de un inocente optimismo, lo intentó en un momento dado, y salió, como vulgarmente se dice, sin lana y trasquilado, como se puede apreciar en este pequeño fragmento grabado oportunamente.



De aquélla noche recordamos especialmente a un curioso personaje que bautizamos con el nombre de Poldark, porque nos recordaba al protagonista de aquella serie de nuestra infancia. En realidad era una mezcla de Chema y Poldark. Pero se pareciese a quien se pareciese, lo cierto era que no nos lo podíamos quitar de encima ni con agua caliente. Y la verdad, empezó a resultar un poco "molesto". Parecía que le tiraba los tejos a alguien de nosotros, iba alternando de una a uno, y de uno a una, hasta que le dijimos que éramos parejas entre nosotros. Esto era difícil, puesto que éramos 2 féminas y 3 varones, pero en su "estado ligeramente confusional", o sea, una borrachera del 15, le valió la explicación y desapareció.


Tras una noche ajetreada, y unas pocas horas de descanso, el domingo por la mañana no nos dió para mucho. Había que probar sonido, y sólo pudimos dar un paseo por los puestos del mercado y comprar alguna cosa típica de la zona, vino, quesos, y ya a comer pronto para tocar. El concierto fue muy agradable. A pesar de lo extraño de la hora, la iglesia se llenó de buen público, que al final compraron más discos de lo que hubiéramos esperado.





















Y ya casi a punto de salir camino de Zaragoza, dimos un último paseo por el mercado y...



Yo no sabía lo que era "eso", pero me encantó. La señora, en cuanto nos vió, y sin decirle nada, me la colgó y me dió el arco, diciéndome algo así como: "Tú tocas el violín, no?"


"Sí, sí, yo toco el violín, pero ésto no hay quien lo toque", me decía yo mientras me hacían esta foto...

Entonces pensé que yo algún día tendría una nyckelharpa. Y como dice Maria José Hernández en una de sus canciones, "Cuando menos lo esperes se deslizará el destino entre la suerte y la casualidad". Fue ella misma, la que me contó, cuando estábamos en la Campana para el Pilar ese año, que un amigo suyo de Madrid vendía la que tenía. Yo casi lo había olvidado, pero esa noche volví a pensar en ello después de haber visto al violinista de Oskorri tocándo una. Unas tres semanas después la nyckelharpa estaba conmigo en mi casa.


Y por supuesto, a la vuelta, parada en los alrededores de Donosti, y estupenda cena en estupenda sidrería. Ya sabéis, tortilla de bacalao, chuletón, sidra, y esas pequeñas cosas que hacen que la vida sea más sabrosa...


Todo ésto, y otras cosas que siempre se quedan sin contar, hizo que este viaje haya sido hasta ahora el que más contamos y recordamos. Y creed que siempre nos reímos de nuevo.


Nos han dicho varias veces que vamos a volver, y aunque segundas partes nunca fueron buenas, seguro que será la excepción que confirme la regla.