jueves, 13 de noviembre de 2008

PALENCIA 11-7-08



Uno de los conciertos más agradables que hemos hecho durante este año fue el que compartimos con la gente de Palencia el pasado 11 de Julio. Nunca habíamos visitado esta ciudad, siempre se nos quedaba a un lado, de paso hacia Galicia, en los distintos viajes que hemos hecho hasta allí. Y fue un auténtico placer. El primero, nada más llegar, mientras esperábamos a la prueba de sonido, descansando un poquito en una de las terrazas de la Plaza Mayor.

Haciendo risas con historietas, como casi siempre...



Nos habían dicho que si la noche era agradable, la plaza de San Francisco (un lugar precioso, por cierto) se llenaba de gente, y fue una noche fresquita, pero se llenó lo mismo. Además con gente de esa que a nosotros nos gusta tener cerca cuando estamos tocando. Esa que con sus aplausos y sus sonrisas te dice que están disfrutando de nuestra música, y con la que conseguimos que haya una buena comunicación tanto hacia un lado como hacia el otro. Y tras el concierto, y con el mismo cariño con el que nos habían escuchado, fueron muchas las personas las que se acercaron, rompiendo el mito de la austeridad del carácter castellano, y compraron
discos, y charlamos hasta que la plaza se fue quedando poco a poco vacía de nuevo. Así que desde aquí os damos las gracias de corazón a todos los que estuvisteis allí por hacer posible aquella bonita noche.



Reseña en la prensa del día siguiente



Fue una pena, porque no tuvimos tiempo de dar el paseo de rigor que a nosotros nos gusta hacer en cada sitio, ya que al día siguiente tocábamos cerquita de Zaragoza, y la vuelta tenía que ser rápida. Por cierto, que las cosas serían bien distintas ese día.


El camino de vuelta lo hicimos casi nadando en lugar de rodando por la carretera. Caía tanta agua que parecía que se acababa el mundo. Lo bueno, la obligada parada para comer, esta vez en El Burgo de Osma, en un sitio estupendo, en el que disfrutamos de una deliciosa y espléndida comida de la que hay algún testimonio gráfico...










































Después de una buena comida, todo se ve de otra manera.


Y ya en el pueblo de destino, el agua seguía en sus trece. Después de hablar con los responsables, e intentar sin éxito trasladar el concierto a un recinto cerrado, el agua dejó de caer, pero a costa de un cierzo helador, tan desagradable como extraño a esas alturas de verano, que se quedó el resto de la noche. Así que tocamos en una plaza casi vacía (normal, era inhumano estar allí sin un buen forro polar que echarse encima), con cuatro personas y una compañera de trabajo y su familia que se habían acercado desde Zaragoza para asistir a uno de los conciertos más desafortunados que hemos hecho nunca, y que además, no estoy segura de haber cobrado todavía.


En fin, la vida es un camino de contrastes...

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